El Oriente Venezolano

El Oriente Venezolano

A la sombra de lugares más famosos, como la Isla de Margarita y el Salto del Angel, el Oriente venezolano ofrece a los turistas una gran variedad de experiencias, desde playas vírgenes hasta cuevas y el novedoso ‘deporte’ de observar las aves.

CARIPE, Venezuela — ¿Qué vive en cuevas, se alimenta de frutas y hace ruidos parecidos a “un Pato Donald enloquecido?”* La respuesta puede encontrarse en las montañas de Venezuela, en una región donde la belleza natural fue admirada hace dos siglos por el científico y explorador Alexander von Humboldt, pero que incluso hoy es poco conocida para muchos.
Al sur de la turística Isla de Margarita, las penínsulas de Araya y Paria en el Estado Sucre cuentan con más de 700 kilómetros de costas y algunas de las playas más hermosas del país. Y ese es sólo el comienzo. Las playas, virtualmente desiertas excepto durante las fechas festivas, se ocultan tras montañas de denso follaje que ofrecen un buen reto al los turistas más aventureros. Unos cuantos kilómetros tierra adentro, el paisaje cambia radicalmente. En las tierras bajas pantanosas que rodean el delta del río Orinoco, se puede tomar una canoa para observar la vida de los animales salvajes, bañarse en aguas termales o montar en búfalo (convenientemente descornado).
Como casi todo lo demás en Venezuela que no esté vinculado al sector petrolero, el turismo ha sufrido malamente de poca atención. ¿Qué otra razón hay para que un país a pocas horas de vuelo de Estados Unidos y con una gama inigualable de atractivos naturales sea conocido casi únicamente por la Isla de Margarita y kerepakupai-meru (mejor conocidas como el Salto del Angel)? El gobierno del presidente Hugo Chávez ha declarado el turismo “una prioridad nacional” y por lo menos presta atención al concepto del desarrollo sostenible. Pero hay que admitir que la existencia de un área natural grande prácticamente virgen se debe más a la falta de infraestructura turística e incluso, en muchos casos, a la falta de carreteras decentes, que a la concienciación en materia del medio ambiente.

Mejor Guía El Oriente Venezolano
Playas desiertas como éstas están entre los mayores atractivos del oriente venezolano.

Si usted quiere ver cómo era —por ejemplo— Acapulco 50 o 60 años antes que las estrellas de cine y los millonarios lo descubrieran, visite el Parque Nacional Mochima, ubicado en la frontera entre los estados venezolanos de Sucre y Anzoátegui. Las playas de Mochima, aunque hermosas, no pueden compararse con la espectacularidad de Playa Medina y Playa Pui Puy en las penínsulas. Pero las islas y cavernas de Mochima tienen paisajes asombrosos, que hacen recordar cómo era el famoso balneario mexicano antes de verse inundado de hoteles, agua contaminada y barrios marginales.
A Medina y Pui Puy, casi diez horas de camino de Caracas, sólo puede llegarse por carreteras rústicas, y ambas conservan su belleza virginal (excepto durante las fechas festivas, cuando están virtualmente repletas). Cada una cuenta con cabañas cómodas y restaurantes que opera el consorcio privado Corpomedina. Pero aunque las instalaciones de Pui Puy son razonables, con precios de unos 50 dólares la noche, las cabañas de Medina cuestan $136 la noche (todas las cabañas tienen capacidad para cuatro personas). El precio más elevado —que no guarda proporción alguna con los servicios que se ofrecen— presumiblemente cubre la exclusividad de esta preciosa playa en forma de herradura, donde la compañía planea construir un centro turístico dirigido a los visitantes extranjeros. (Debe señalarse que el atractivo de Venezuela como destino turístico cede ante la fuerte sobrevaluación de su moneda). Afortunadamente, el centro turístico todavía está en la fase de planes. E igualmente afortunado es el hecho que a poca distancia de Playa Medina hay posadas y otros alojamientos mucho más baratos.
Más al este, donde terminan las carreteras y comienza al Parque Nacional Paria, las playas son verdaderamente aisladas. Las trochas que cruzan las rara vez visitadas montañas del parque ofrecen la oportunidad de observar de cerca el acontecer de la vida salvaje. Entre los ejemplares a la mano están varias especies de pájaros únicos de Venezuela. Sin embargo, hay que tener cuidado en evitar las serpientes que abundan en la zona. Es preciso no apartarse de las veredas para reducir la posibilidad de un encuentro no deseado con estos animales.
Corpomedina, que parece estar en buena posición para aprovechar un auge del turismo en esta región de Venezuela, también ofrece el Hato Río de Agua, un rancho de búfalos de agua en las tierras bajas pantanosas donde los visitantes se alojan en atractivas cabañas techadas con magníficas vistas de la acuosa sabana. Los propietarios son conservacionistas serios y han comenzado a experimentar con fuentes alternas de energía, como el sol y el biogas. En el lugar no se usan sustancias químicas de ningún tipo, lo que ha permitido el desarrollo de una saludable vida salvaje.
Desde aquí se pueden tomar viajes en canoa o vehículos anfibios a través de las tierras cenagosas, contratar los servicios de un guía para recorrer el Parque Nacional de Paria o dirigirse a pie hacia las montañas, donde viven las famosas criaturas patopascualescas.
En septiembre se cumplen 200 años de la llegada de Alexander von Humboldt, quien primero descubrió al mundo exterior la Cueva del Guácharo y sus extraños habitantes. Hoy, el acceso a la cueva es mucho más fácil que en ese entonces, y que hace sólo 20 años, cuando todavía era necesario navegar contra la corriente por el río que desciende de la cueva, y entonces remontar tierra sobre rocas en extremo resbalosas.
En la actualidad la cueva cuenta con un moderno centro para visitantes, un restaurante y veredas pavimentadas que penetran unos dos kilómetros de los 10 de largo que tiene la cueva. Al entrar comienzan a escucharse los graznidos de los irritados habitantes alados. El steatornis caripensis, el ya guácharo, se conoce como la única ave nocturna del mundo que se alimenta de frutas. Los indígenas chaima, quienes usaban las aves para aprovechar la gran cantidad de aceite que guardan en sus cuerpos, los llamaban guácharos, nombre que los españoles mantuvieron. El guácharo, aunque puede encontrarse en la zona este de Panamá, hasta Guyana y Trinidad, es en extremo localizada en términos de hábitat, y la Cueva del Guácharo, cerca de Caripe, en el Estado Monagas) es uno de los mejores lugares para observarla.
A medida que uno penetra en lo profundo de la cueva, adornada con estalagmitas y estalactitas en rebuscadas formas esculturales, las fantasmales figuras de las aves, con una envergadura máxima de un metro, sobrevuelan agitadas por sobre uno emitiendo sonidos parecidos a los de los delfines, una especie de sonar que usan para desplazarse en la oscuridad. Si se espera hasta después de ponerse el sol, se las puede ver salir de la cueva en bandadas enormes y ruidosas para comenzar su nocturnal búsqueda de frutas para alimentarse.
A una altura aproximada de mil metros sobre el nivel del mar, los valles son frescos y agradables, y el paisaje es asombrosamente bello. Caripe es un destino popular entre los europeos, en especial los alemanes y los escandinavos —quizás por influencia de von Humboldt— y la atmósfera es casi alpina. Si tiene la oportunidad, alójese en una de las cabañas que miran al valle (Niebla Azul es excelente) y disfrute de la buena mesa en las Delicias del Valle. Le garantizo que volverá.

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